Felices jugando con el balón o chapoteando en el agua. Iniciándose en el stand-up paddle o batiéndose en duelo con la sokatira. Los niños saharauis que han acudido este verano a Gipuzkoa dentro del programa Vacaciones en Paz disfrutaron ayer de una mañana de playa, diversión y juegos en el arenal de Itzurun, en Zumaia.
Esta iniciativa forma parte de la campaña 'Sahara al cubo' impulsada por instituciones y asociaciones guipuzcoanas de distintos ámbitos, por la que los niños han podido visitar de viernes a domingo las playas de La Concha, en Donostia,y las de Zarautz y Zumaia. Por medio de esta actividad han querido lanzar un grito de auxilio, un SOS, en favor del pueblo saharaui que subsiste en los campamentos de refugiados de Tinduf (Argelia).
Un total de 144 niños saharauis disfrutan este año de dos meses de vacaciones en Gipuzkoa. Aunque el cómputo general de niños se mantiene con respecto a pasados años, el número de familias dispuestas a acogerlos en sus domicilios ha disminuido de modo significativo.
«No sabemos si es por la crisis o por el trabajo que supone cuidarlos durante dos meses, pero este año son muchos los niños que se han quedado sin familia y tienen que residir en albergues o en pisos», comentó Samuel Ruiz, coordinador de la asociación Darahli de Zumaia, quien destacó la necesidad de impulsar campañas de sensibilización como la realizada estos días en localidades costeras de Gipuzkoa.
En los dos meses que pasan en territorio vasco los niños saharauis tienen la oportunidad de pasar revisiones médicas completas o acceder a alimentos frescos, algo casi imposible en la hammada argelí, donde las temperaturas llegan a ascender a los 50 grados. Es el caso de Engia, un niño de tan solo 5 años aquejado de problemas de salud, que vivirá durante dos meses en un entorno muy distinto al acostumbrado: la casa de Inma en Zestoa. Involucrada en distintas asociaciones de apoyo al pueblo saharaui, Inma ha estado en cuatro ocasiones en los campamentos de refugiados, pero nunca hasta este año se había animado a acoger un niño en vacaciones: «Ssupone trabajo, hay que cuidarlos día a día, llevarlos a revisiones médicas... Pero todo eso te lo devuelven con amor y agradecimiento. Es una experiencia inmejorable».
Se muestran tímidos ante la cámara, pero la vergüenza desaparece una vez se retira la lente. Desean poder regresar algún día para meterse en el agua, algo imposible en el lugar de donde proceden.
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