martes, 27 de marzo de 2012

CON LA CASA A CUESTAS A LA AVENTURA

Una familia nómada holandesa visitó Zumaia a finales de la pasada semana. Montados en carretas tiradas por caballos, llevan doce años viajando por Europa


Viajeros. Judith, Yentl Rose, Shapire y André
 durante su estancia en Arroa,
antes de llegar a Zumaia. :: PEIO ROMATET
Hay ocasiones en las que la vida te depara agradables sorpresas. Algo parecido le ocurrió a Peio Romatet cuando la pasada semana se topo de frente con dos coloridas carretas tiradas por caballos. A bordo una familia de nómadas: André y Judith, y sus hijas Shapire y Yentl Rose. Sin prisas, metro a metro, viendo la vida pasar desde el pescante, la Roulotte Papillotte, nombre de una de las dos diligencias, llegaba a Zumaia cumpliendo otra escala de un viaje iniciado hace doce años y que parece ser finalizará próximamente.
Según han contado a la página web baleike.com, los viajeros partieron un 2 de octubre de 2000 desde la población holandesa de Noordoostpolder, con un objetivo sencillo y a la vez ambicioso: «que la vida misma se convierta en aventura». La hija mayor, Shapire, tenía dos años en aquel entonces, y la menor, Yentl Rose, únicamente dos meses. «Solo han conocido esta forma de vida», afirma André.
Sobre una carreta, a la que con el tiempo han añadido una segunda «para que las niñas tengan más espacio», dicen haber recorrido unos 15.000 kilómetros en estos doce años. Vivieron los primeros cinco años en Francia, trabajando en fiestas locales, donde ella pintaba rostros y él sacaba fotos de gente ante las carretas. «Tuvimos que trabajar mucho para ganarnos la vida», reconocen. Desde entonces también han viajado otros cinco años por Galicia, Portugal y España.
Admiten que la situación ha empeorado en los últimos años. «La gente desconfía cada vez más de los extranjeros, lo que nos dificulta trabajar en fiestas. Además, cada vez más gente tiene ahora cámaras de fotos. Estos últimos años hemos subsistido con dificultad, y no merece la pena seguir así».
El viaje, y con él la forma de vida parece tener fecha de caducidad, aunque sea por un tiempo. Tienen previsto abandonar las carretas y asentarse en alguna localidad francesa. «Nuestras hijas están creciendo y gracias a internet mantienen las relaciones con los amigos que van haciendo. Pero creemos que es el momento de parar. Ellas están nerviosas, ya que es el único modo de vida que han conocido, pero creemos que tienen el derecho de hacer amigos».
Aunque la imagen de las carretas nos retrotrae a imágenes del pasado, vistas en fotografías y películas, las carretas cuentan con la electricidad que generan las placas solares, e internet. Ello no les impide reconocer que la vida en las carretas sea incómoda. «Tenemos muy poco espacio. Con buen tiempo puede ser muy bonito, pero en invierno, con frío y lluvia... no es nada cómodo».
Aún así, no creen que sea el final de esta experiencia (que puede seguirse en su página web www.roulotte-papillotte.com). «Cuando crezcan seguro que proseguirán el viaje en las carretas. Es una forma de vida atractiva, que nos enseña que poco necesitamos para vivir».

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