«No me canso de repetir a mis hijas que tengan cuidado cuando se tiran al agua»
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Antonia, junto a sus hijas Saioa, la mayor, y Maialen. «Espero que mi testimonio sirva para concienciar a la gente», desea esta vecina de Zumaia. / MIKEL FRAILE
.ARANTXA ALDAZ | SAN SEBASTIÁN
Las aventuras hay veces que terminan en trajedia Antonia Martín sufre una lesión medular por una zambullida imprudente con 14 años. «En un segundo te cambia la vida», advierte esta vecina de Zumaia que, a pesar de ir en silla de ruedas, no entiende de barreras
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puente jorobado zumaia |
Antonia Martín solo tenía catorce años, pero recuerda como si fuera ayer el día de 1983 en que le cambió la vida: la sandía que le esperaba para la merienda, las voces de sus primos revoloteando entre juegos junto a la ría Rentería, entre Ondarroa y Berritua, donde solían pasar los días de fiesta en familia, y la última frase que pronunció antes de lanzarse al agua, un comentario inocente que cobraría un sentido fatídico a los pocos minutos. «Mirad, mirad, mirad cuánto aguanto boca abajo», dice que gritó a su familia antes de dar el salto, uno de tantos, que resultó ser el último. De repente, el golpe seco en el cuello y la posterior sensación de vacío, antes de quedar flotando. «Fue como en 'Mar adentro' -la película de Alejandro Amenábar que retrata la vida de Ramón Sampedro-. Me impresionó lo real que es. Yo sentí lo mismo».






Su historia impresiona, por mucho que la cuente con una sonrisa, sin apenas torcer el gesto, intentando borrar cualquier rastro de dramatismo. «No puedes hacer retroceder el tiempo, solo puedes salir adelante como puedas. Esa es mi filosofía de vida», dice, recordando un consejo que tuvo que dar a menudo en el hospital a otros lesionados medulares para quienes se convirtió, sin ella quererlo, en un ejemplo a seguir.
Sin embargo, su historia de superación lo tenía todo en contra para encontrar límites. Para empezar, hace treinta años las barreras arquitectónicas eran la realidad habitual de las calles. Antonia, nacida en Ondarroa, ha vivido durante años en Mutriku, y hace cinco se trasladó a Zumaia para evitar las cuestas de su anterior municipio de residencia. Nada comparable con las escaleras del edificio en que se crió con sus padres, un cuarto piso sin ascensor. «Mi padre me subía en brazos todos los días para subir y bajar. Luego, cuando ya empecé a caminar con muletas, subía y bajaba yo. Con las niñas también me he apañado sin problemas, un poco más lenta que otros, pero he hecho todo. Llevo una vida independiente».
«Yo no me tiro», dice su hija
Ella no presume de especial valentía. Suelen hacerlo otros por ella. Su marido dice que cuando le conoció hasta le costaba seguirle. «Siempre ha sido una persona muy activa». El hermano de Antonia, más pequeño que ella, también «farda» del ejemplo que supone. Y sus hijas colaboran con sorprendente madurez para la edad que tienen. «Mis hijas saben todo. El otro día la mayor me enseñó unas fotos de Instagram de unos amigos que se estaban tirando del puente. No me canso de repetirles que tengan mucho cuidado cuando se tiran. De pie todo lo que quieran, pero de cabeza, no».
-Yo no me tiro de cabeza, no me atrevo -interviene Saioa, que ha estado presente a lo largo de la conversación-. Cuando les digo a mis amigas que no lo hagan, algunas me preguntan por qué. Y les digo que por lo que te ha pasado.
-Diles que tu madre está así por tirarse de cabeza.
«Recuerdo que no sentía mi cuerpo, como si estuviera flotando. Era una cría y estaba asustada» «No puedes hacer retroceder el tiempo, solo puedes salir adelante. Esa es mi filosofía de vida»Dentro de la desgracia, tiene encima que decir que tuvo suerte. «No sufrí una lesión completa»
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