sábado, 9 de agosto de 2014

VECINA DE ZUMAIA RELATA SU CASO, CADA AÑO OCURRE ALGÚN CASO DE ESTOS,

«No me canso de repetir a mis hijas que tengan cuidado cuando se tiran al agua»









VÍDEO
Antonia, junto a sus hijas Saioa, la mayor, y Maialen. «Espero que mi testimonio sirva para concienciar a la gente», desea esta vecina de Zumaia. / MIKEL FRAILE



  • .ARANTXA ALDAZ | SAN SEBASTIÁN

  • Las aventuras hay veces que terminan en trajedia

    Antonia Martín sufre una lesión medular por una zambullida imprudente con 14 años. «En un segundo te cambia la vida», advierte esta vecina de Zumaia que, a pesar de ir en silla de ruedas, no entiende de barreras

puente jorobado zumaia



Antonia Martín solo tenía catorce años, pero recuerda como si fuera ayer el día de 1983 en que le cambió la vida: la sandía que le esperaba para la merienda, las voces de sus primos revoloteando entre juegos junto a la ría Rentería, entre Ondarroa y Berritua, donde solían pasar los días de fiesta en familia, y la última frase que pronunció antes de lanzarse al agua, un comentario inocente que cobraría un sentido fatídico a los pocos minutos. «Mirad, mirad, mirad cuánto aguanto boca abajo», dice que gritó a su familia antes de dar el salto, uno de tantos, que resultó ser el último. De repente, el golpe seco en el cuello y la posterior sensación de vacío, antes de quedar flotando. «Fue como en 'Mar adentro' -la película de Alejandro Amenábar que retrata la vida de Ramón Sampedro-. Me impresionó lo real que es. Yo sentí lo mismo».





Flotando como un peso muerto, Antonia seguía escuchando voces. En ningún momento perdió la consciencia. «Pues sí que aguanta», recuerda que repetían sus primos, que no repararon en que había sufrido un accidente, mientras ella intentaba pedir auxilio, aunque no le salía ni un hilo de voz. Hasta que su tía se percató de que no era ningún juego. «Sacad a la niña que le pasa algo».

Antonia continúa el relato con el mismo nivel de detalle, tantas han sido las veces que ha rebobinado la maldita secuencia. Tendida sobre el césped, su familia no intuyó en ese momento la gravedad de la lesión. «Habrá sido un corte de digestión», pensaron, mientras movían para arriba y para abajo las piernas de la niña. «Mi sensación era muy rara. Recuerdo que no sentía el cuerpo, como si estuviera flotando. Era una cría y estaba asustada». El revuelo de gente alertó a un vecino de un caserío cercano que les acercó en coche hasta el ambulatorio. De allí la trasladaron al Hospital de Cruces.
Pasó casi nueve meses ingresada. Entonces escuchó por primera vez expresiones desconocidas como 'aplastamiento de la C6', una lesión en la vértebra que se traduce en graves problemas de movilidad. Fue el primer caso por zambullida que trató María Luisa Jaúregui, hoy jefa de la unidad de lesiones medulares de Cruces, con quien Antonia guarda un vínculo especial.
Dentro de la tragedia, Antonia tiene encima que precisar que tuvo suerte. Sufre paraparesia. «No tengo una lesión completa», traduce. Otros afectados quedan parapléjicos o tetrapléjicos. Ella puede caminar con ayuda. Durante años se ha valido con dos muletas. Después de su primer parto, en cambio, empezó a utilizar una silla de ruedas, con la que ahora se mueve casi durante todo el día

 Su carácter -«siempre he sido muy echada pa'lante»- y la ayuda incondicional de su familia han contribuido a que su vida no quedara paralizada por el accidente. También ha tenido mucho que ver en su grado de autonomía el hecho de que lleve ya más años sobre una silla de ruedas que cuando tenía una vida «normal». «A mí no me ha condicionado para nada», asegura Antonia, que no entiende de barreras, ni físicas ni psicológicas. Ha trabajado, se ha casado y ha tenido dos hijas, Saioa y Maialen, de 12 y 6 años respectivamente.


Su historia impresiona, por mucho que la cuente con una sonrisa, sin apenas torcer el gesto, intentando borrar cualquier rastro de dramatismo. «No puedes hacer retroceder el tiempo, solo puedes salir adelante como puedas. Esa es mi filosofía de vida», dice, recordando un consejo que tuvo que dar a menudo en el hospital a otros lesionados medulares para quienes se convirtió, sin ella quererlo, en un ejemplo a seguir.
Sin embargo, su historia de superación lo tenía todo en contra para encontrar límites. Para empezar, hace treinta años las barreras arquitectónicas eran la realidad habitual de las calles. Antonia, nacida en Ondarroa, ha vivido durante años en Mutriku, y hace cinco se trasladó a Zumaia para evitar las cuestas de su anterior municipio de residencia. Nada comparable con las escaleras del edificio en que se crió con sus padres, un cuarto piso sin ascensor. «Mi padre me subía en brazos todos los días para subir y bajar. Luego, cuando ya empecé a caminar con muletas, subía y bajaba yo. Con las niñas también me he apañado sin problemas, un poco más lenta que otros, pero he hecho todo. Llevo una vida independiente».
«Yo no me tiro», dice su hija
Ella no presume de especial valentía. Suelen hacerlo otros por ella. Su marido dice que cuando le conoció hasta le costaba seguirle. «Siempre ha sido una persona muy activa». El hermano de Antonia, más pequeño que ella, también «farda» del ejemplo que supone. Y sus hijas colaboran con sorprendente madurez para la edad que tienen. «Mis hijas saben todo. El otro día la mayor me enseñó unas fotos de Instagram de unos amigos que se estaban tirando del puente. No me canso de repetirles que tengan mucho cuidado cuando se tiran. De pie todo lo que quieran, pero de cabeza, no».
-Yo no me tiro de cabeza, no me atrevo -interviene Saioa, que ha estado presente a lo largo de la conversación-. Cuando les digo a mis amigas que no lo hagan, algunas me preguntan por qué. Y les digo que por lo que te ha pasado.
-Diles que tu madre está así por tirarse de cabeza.
«Recuerdo que no sentía mi cuerpo, como si estuviera flotando. Era una cría y estaba asustada» «No puedes hacer retroceder el tiempo, solo puedes salir adelante. Esa es mi filosofía de vida»Dentro de la desgracia, tiene encima que decir que tuvo suerte. «No sufrí una lesión completa»






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