

Las monjitas la rodeaban, intentando hacer cómodo su último viaje.
Trataron de darle leche calentita, pero no la quiso.
Una monjita se llevó a la cocina el vaso de leche, recordó una
botella de whisky irlandés que les habían regalado por Navidad y le
puso un buen trancazo a la leche.
Volvió al lecho de la superiora y le acercó el vaso a la boca.
La superiora bebió un sorbito, luego otro y, antes de que se dieran
cuenta, se había bebido hasta la última gota.
Las monjitas le suplicaron: "Madre, dénos un último consejo antes de morir".
Sin apenas fuerzas, se incorporó un poco y les dijo:
"No vendáis esa vaca".
Buen día!!!!!

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